Valorada rareza

 
 
Me cuesta creer que ahora no te arrepientas,
y quizás por eso buscas el consejo,
tratando de recuperar el tiempo perdido
que ha pasado de largo sin darte tregua.
 
Debes llorar preguntándote que hiciste mal,
o eso sería lo que, sin duda, deberías hacer,
reconocer la debilidad que el egoísmo te concedió
cuando creíste merecer algo mucho mejor.
 
Las prisas por cumplir con efímeros caprichos
te hicieron perder la objetividad que quizás ni tenías,
vendiendo la oportunidad a precio de saldo,
despreciando el tesoro que en tus manos se hallaba.
 
Me siento, en ocasiones, intrusa en una vida robada,
sin comprender, aunque me esfuerce, la falta total de aprecio,
como si yo fuese culpable de no poder restaurarlo,
y a la vez agradecida de encontrar tesoro sin resguardo.
 
Quiero pensar, por tu bien lo digo,
que no eres capaz de ver, ni siquiera por un instante,
aquello que tuviste y dejaste escapar,
abocando a esa alma errante a un nuevo despertar. 
 
Con el tiempo comprendí la coraza que impregnaste,
el dolor que fuiste sembrando día a día, noche a noche,
escondida en el refugio que pensaste nadie vería
porque esta sociedad juega siempre a la inversa.
 
Hoy con estas letras te agradezco, a pesar de tu desdicha,
el agravio que es para mi fortuna,
tu bajeza que es mi altar,
y de eso que debería ser normal,
mi valorada rareza. 




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