Obediencia y fidelidad
Son muchas las ocasiones en que, desde niños, nos recuerdan la necesidad de obediencia y fidelidad, la mayoría de ellas sin que, en realidad, lo hubiéramos elegido ni tuviéramos más remedio.
No es que me queje de nuestro tipo de sociedad en si misma, pero esa huella que nos imponen desde niños nos crea en ocasiones conflictos, porque creemos que estamos obligados a obedecer y mantener fidelidad a ciertas personas y entidades, incluso, cuando hacen méritos para todo lo contrario.
Es cierto que cuando niños no tenemos más opción, no poseemos los conocimientos necesarios ni la capacidad para tomar esas decisiones y no nos queda otra que tratar de cumplir aunque sintamos que va en contra de toda lógica.
No es que me queje de nuestro tipo de sociedad en si misma, pero esa huella que nos imponen desde niños nos crea en ocasiones conflictos, porque creemos que estamos obligados a obedecer y mantener fidelidad a ciertas personas y entidades, incluso, cuando hacen méritos para todo lo contrario.
Es cierto que cuando niños no tenemos más opción, no poseemos los conocimientos necesarios ni la capacidad para tomar esas decisiones y no nos queda otra que tratar de cumplir aunque sintamos que va en contra de toda lógica.
En algunas ocasiones, esa obligatoriedad deja huella en nuestra interior y no podemos despegarnos de ese malestar cuando sabemos que no merecen nuestra fidelidad, mas bien al contrario y actuamos en consonancia.
He oído en demasiadas ocasiones quejas de este mundo, de este en el que me engloban aunque sienta que me va grande por mi forma atípica de vivirlo, el BDSM, pero el caso es que esas criticas suelen referirse a nuestra entrega, nos llaman personas sin criterio, dicen que somos débiles, muñecas de trapo, humilladas por nuestra incapacidad, sometidas a la fuerza.
Lo siento, pero me jode, me jode que no comprendan que ahora es cuando elijo lo que me da la puñetera gana, que me someto porque es lo que quiero hacer, que obedezco a quien creo que se lo merece y soy fiel, en primer lugar a mi misma, y después, sí leches, después, al amo que he elegido.
Casi todo lo demás que tenemos a nuestro alrededor viene impuesto, viene de algún modo definido y sigue cierta inercia por unas normas mas o menos establecidas a las que, sin saber muy bien como, nos vemos obligados a dar cumplimiento.
Esta vida, ésta, la mía, me permite decir que, a pesar de todas las limitadas mentes que me critiquen, la he elegido yo, la he buscado desde niña, sintiendo en mí el deseo de obedecer y ser fiel a quien yo quisiera.
Libertad, se llama, porque sé que en el momento en que no sienta esto puedo, si quisiera, dejar de obedecer, negarle la fidelidad que hasta hoy he prometido y deseo.
Quizás hasta que no tengáis que romper con unas cadenas, normalmente simbólicas pero de mayor dureza que las reales, a las que te han atado sin elección, sin remedio, y tengáis que demostrar la valentía y la entereza de ser fieles a vosotros mismos, y dejarlo todo atrás, no comprenderéis que esta vida mía como sumisa de mi Señor tiene el valor de ser sólo mi elección.
Soy obediente, aunque desearía serlo mejor, soy fiel, porque a nadie más le entrego mi vida, y quien no lo comprenda, por lo menos que lo respete...sino...las vías son bien anchas y aún mas largas para irse a cagar a ellas...
Hala! ya me quedé a gusto....y ahora...voy un ratito a ser una pobre mujer desvalida sin mas remedio que postrarme ante mi Señor....ains pobrecita de mi...que mal lo paso....;)
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