Sin escape
Nunca me había asustado la soledad,
mas bien resultaba ser un consuelo,
la huida de una realidad confusa
a la que no es posible enfrentarse.
En ella podía dar forma a mi realidad,
configurar lo que en ella no habría,
decirme a donde llegarían mis pasos
y cuando detendría mi camino.
Conmigo a solas no había peligro,
fueron muchas las horas dedicadas
a crearme a mi misma y a mis anhelos,
a soñar con unos días sin temor.
Y ahora, cuando vuelve el miedo,
busco esa soledad que se hizo amiga
pero la edad ya no me permite la huida,
y en cambio me concede la verdad.
Ya no hay salida ni posible escape,
no me queda otra que enfrentarme,
asumir los riesgos de una batalla, a priori, innecesaria
y las consecuencias que vienen conmigo.
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