Un tema peliagudo...

A veces relacionamos solo el maltrato a las relaciones de pareja, y en demasiadas ocasiones (aunque las feministas se me tiren al cuello), del hombre hacia la mujer, cosa que no siempre es así.

Quizás el maltrato físico sea el más visible, por pura fuerza física del hombre sobre la mujer, pero el maltrato no es sólo físico, y normalmente es mucho más implacable el maltrato emocional, siendo en este caso la mujer una completa experta, por nuestras dotes manipuladoras que, me atrevería a decir, son innatas.

Sabemos como usar ese arte, y en su justa medida nos concede una ventaja mas que necesaria para luchar en este mundo de constantes pleitos, pero como he dicho, en su justa medida. 

Hoy quiero dejar aquí una reflexión, una reflexión muy personal nacida de la necesidad por volver a dejar de lado el sentimiento que me concede ese dolor gratuito de la manipulación extrema, abandonar el influjo de la toxicidad, y poder volver a mirar hacia delante con la mirada un poco más limpia.

Tenemos personas cerca que, movidas por incomprensibles motivaciones, hacen daño, como si en un intento desesperado de sanar su propio dolor se lo infligieran a los demás, como si la rabia cegara su entendimiento y se acabaran creyendo esas historias sin sentido tejidas a partir del vacío mas irracional.

Dolor que debería ser anulado, mentiras que cobijan la absurda defensa de lo indefendible, la vergüenza de cerciorarnos, una y otra vez, de la capacidad de hacer daño en el absoluto egoísmo.

Cierto es que debemos luchar en contra de la violencia de género, pero el maltrato debería ser erradicado en todos y cada uno de los lugares en que se produce, entre las parejas, sean del sexo que sean, entre los amigos, los hermanos, y en cualquier entorno, no sólo en el familiar, también, por ejemplo, en el laboral.

Debemos luchar por los demás, por supuesto, pero primero por nosotros, porque puedo afirmar que todos hemos sido o somos maltratados, de una forma u otra, y aceptando cualquier tipo de maltrato, escudándolo, excusándolo o ignorándolo le damos la fuerza que necesita para crecer.

Hoy fallo a una promesa vertida hace ya mucho tiempo, y vierto mis lágrimas de nuevo al sentir el maltrato gratuito, ese que no deja marca en mi piel, ese que se teje en voz baja para tratar de destruirme en cuanto mi piel sea ya invisible.

No lo muestro para conseguir consuelo de quien me lea, ni esperando que la situación sea reconducida sino, con la esperanza de que la sinceridad de mis palabras, al reconocer el maltrato, haga que alguien más se pare a pensar en si mismo y reconozca ese rasgo de aquel que tenemos cerca, de ese que nos destruye poco a poco, no a golpes, incluso escudados en el amor, pero que es más dañino porque no es tan evidente, y nosotros mismos lo esquivamos por no reconocerlo.

Habrá quien malpiense, que trate de averiguar por morbo, quien siga pensando en el típico maltrato versus a las mujeres, pero si alguno de los que me lee se para y analice sus propias situaciones dañinas ya habré conseguido algo, porque lo primero es verlo, reconocerlo...ya es un comienzo...

Gracias por leerme, gracias por, aunque mínimamente, hacer mis palabras vuestras.

Dulces sueños a todos.

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