Ofensa en vano



Deseo indecente que teje con invisibles hilos la condena,
camuflada en la bondad que siempre se presupone
hasta que incrédulo descubres que esa verdad no existe,
y el egoísmo que debería estar por completo ajeno
se adueña de todos los actos y miles de muestras se suceden.

Miras hacia otro lado pensando que quizás así no exista,
pones mil excusas que ni a ti mismo te convencen,
y en la comisura de los labios las heridas se eternizan
de la mordaza autoimpuesta que por completo te anula.

No sabes si son las lágrimas las que te queman ahí calladas,
si es un sueño recurrente del que jamás quedarás indemne
o un dolor que te has ganado por alguno de tus pecados,
pero de la condena no hay quien te libre y la batalla está perdida.

Navegas entre el miedo y la firmeza de tu convicción,
apretando muy fuerte los puños hasta que sangran las manos,
hasta que la vista se pierde entre las sombras
y la garganta grita ahogada en la ausencia del abrazo.

La incomprensión es la peor enfrenta que puedo imaginarme,
la injusticia de unos actos enmascarados y arbitrarios,
el engaño descubierto pero callado por un respeto mal entendido
y la culpa que siempre aparece porque nace de bien adentro.


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