Permiso concedido


Es Tu voz la que alienta mi pasión,
la que recorre con Su calidez mi piel
y surca mis pliegues con firmeza
para otorgarme la humedad ansiada.

Son Tus manos las que añoro
pues las mías son torpes sustitutas
y en mis ojos cerrados Tu imagen
de momentos íntimos compartidos.

No hay nada que turbe mi instante,
nada que me prive del placer
que ya no me pertenece
y ese es mi mayor impulso.

Tuyo es, mi Señor,
de Ti nace mi deseo y a Ti te lo entrego.

¿mi Señor, por favor, te lo suplico...puedo correrme?





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