Donde no se debiera...


Dicen que el mundo del BDSM puede ser altamente humillante, que la parte sumisa debe asumir que es meramente un objeto y hay que estar muy atento a ella porque es fácil que se sume a los sentimientos de negatividad que ser usada le puede conferir.

No voy a negar que puntualmente las sumisas disfruten de ser usadas, y que incluso, haya Dominantes que, en mi humilde opinión, tengan mal entendido el rol sumiso y crean que por llamarse a ellos mismos Amos puedan menospreciar el tesoro de la entrega.

No voy a ahondar en ese tema ahora, pero si quería hacer referencia a ello porque en mi afortunada experiencia, jamás me he sentido de menos siendo sumisa, jamás he consentido que ningún Amito se viera en derecho siquiera de tratarme sin mi consentimiento, porque yo soy sumisa y me entrego a quien deseo, porque es simplemente una decisión personal.

Y cuando decidí entregarme a mi Señor porque fue así como lo sentí y lo quise, jamás me he sentido menospreciada, al contrario, me he sentido valorada, importante en mi entrega, como un regalo que alguien recibe después de ser previamente muy deseado y eso es de una belleza increíble.

En cambio, en nuestra vida diaria, en nuestros quehaceres habituales, creemos que nunca deberíamos sentirnos humillados, y en cambio, puedo decir que en varias ocasiones me he sentido menospreciada, he tenido que lidiar con la sensación de no ser valorada, de ser relegada por decisiones arbitrarias e intereses poco claros.

Cuando eso me ocurre por algún motivo que en mi mente se teje aparece en escena mi Señor, para venir a decirme que Él y sólo Él tendría el derecho de humillarme y no lo hace porque me considera una persona excepcional y así me lo hace sentir incluso en las prácticas calificadas por la mayoría como degradantes.

¿Cómo permito pues que me hagan sentir su menosprecio? ¿cómo llego a sentirme de poco valor cuando me lo concede alguien que no tiene ese poder? ¿cómo luchar contra el gigante que se cree invencible?


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