Protección

Nada hay como la protección de quien te considera suya, como de forma automática te cuida y te aleja de todo aquello que puede dañarte, porque mucho tiempo ha velado por hacerte suya, por dotarte de una educación acordé con sus anhelos y porque un bien al que considera preciado no puede despreciarse.

En ocasiones y sobre todo recientemente me cuesta reconocer ese valor, quisiera poder ser mejor y me convenzo, quizás erróneamente, de que no es suficiente, porque me olvido en ocasiones de que mi percepción de la perfección no se corresponde con la realidad personal de quien me posee.

No suele ser demasiado frecuente que necesite de esos cuidados extremos porque, aunque sumisa, soy autosuficiente y capaz de gobernarme sin demasiados problemas, pero en ocasiones, mi Señor me sorprende mostrando esa protección que, aunque antes me parecía reflejo de mi debilidad, ahora aprecio como un símbolo de la gran estima que mi Señor siente hacia mí.

Nunca me acostumbré a que velen así por mí, pero ahí precisamente reside la emoción de descubrirlo nuevamente cada vez que surge.

Comentarios

Entradas populares