Días raros...

Son días extraños, de esos que quisiera no hubieran llegado, pero ocurren y deben ser afrontados, aunque aun estoy decidiendo la manera de hacerlo.

En ocasiones pienso que lo mejor es enfrentarme directamente a mis emociones y plantarles cara pero después creo que sólo el tiempo y la rutina me darán de nuevo la ansiada serenidad y en eso estoy.

Cuando algo no tiene solución no se cómo se soluciona y pensar en ello sólo me introduce en una espiral de sensaciones en la que se resiente mi mente y parece que también mi cuerpo.

Es curioso cómo físicamente reaccionamos a las emociones, cuando en principio nada tiene que ver y sientes flaquear el cuerpo ante ellas, convirtiéndose no sólo en un malestar psicológico sino también físico.

Creo que el truco, en este caso, reside en continuar, en no escucharme y enfrascarme en cada momento en aquello que debo hacer para que mis quehaceres consuman mis temores.

Quizás sea huir pero una huida hacia delante porque lo que dejo atrás es demasiada carga para portarla, así que un paso tras otro me llevaran a permanecer en esa senda en la que ya hace tiempo pencontré mi paz y en la que, hallo mi seguridad para hacer frente, de un modo u otro, a lo indeseable de esta montaña rusa que es la vida.

Mantengo en mente mis pilares y no le permito a mi cuerpo rendirse por mucho que insista en mostrarme sus flaquezas, porque sé que son un punto de entrada para aquello que trata de invadirme.

Aquí estamos, en mi vista puesto aquello que gozo y tratando de dejar partes de mi atrás...

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